TXINDOKI. 70 AÑOS DE SU ARISTA.

Un recuerdo visual de Javier Miralles en el 70 aniversario de su arista.

Vía Jesús María Alquézar nos llega un gran vídeo montaje de Javier Miralles, historiador y montañero, que ha querido recordar el 70 aniversario de la arista del Txindoki, escalada por primera vez por su cresta occidental en 1951.

Os adjunto el vídeo más abajo, acompañando el recuerdo con el texto que rescata Iñaki Alonso el 15 de junio de 2021, sobre el relato de la revista Pyrenaica (número 4) de 1951.

  • Fotografías de Donosti City.

IRURAK-BAT DEL TOLOSA CLUB.

Sobre el pueblecito guipuzcoano de Amezketa cual imperturbable centinela de la Sierra de Aralar, se alza brindándonos variadas siluetas, la majestuosa cumbre del Txindoki o Larrunarri, una de las más visitadas del País Vasco.

Perfilada desde el “Goierri” la esbelta pirámide caliza cautiva a todos. Destaca en ella a modo de columna vertebral, la arista occidental. Guarda esta figura cierta semejanza con el Cervino de los Alpes; ello sirvió para que se le calificase nada menos que de ,”Cervino Vasco”.
Sus vías de acceso más concurridas parten de la base N., desde la ermita de Larraitz, ambas efectúan amplios semicírculos por sus faldas oriental y occidental para terminar por fundirse al S. del objetivo, en el collado de Egural, puente natural de unión con el resto del macizo. Así mismo, en este punto convergen también los senderos que provienen de su interior. Es decir, que la vía final de ataque hacia la cumbre en todos los casos, es desde el collado citado.

Arista del Txindoki.

La cara meridional por vía directa es de empinado desnivel. Se halla poblado de jóvenes hayas y avellanos, sin ofrecer otra dificultad que la pendiente, no precisa el empleo de medios auxiliares, como cuerdas, clavijas, etc. Y lo mismo hemos de agregar de su sector oriental.

Quedaba por explorar el interesantísimo cresterío O. que separa las 2 vertientes opuestas, recortado en airosos tajos, particularmente al S. sobre la regata de Oria-iturri.

Los montañeros guipuzcoanos, salvo contadas excepciones, no han sentido atracción por la escalada pura, a nadie, que ténganos noticias nosotros, se le ocurrió una exploración de este recorrido tan aéreo, hasta que llegamos Anthón Sáenz Basagoitia y José María Peciña, dos años atrás (7 de Noviembre de 1949), acompañados de nuestro gran amigo y maestro Jaime Reñé, de la C. A. D. E. del Centro Excursionista de Cataluña.

Tras de luchar en aquella ocasión durante cerca de 9 horas, ante el último obstáculo del recorrido, un fortísimo ventarrón súbitamente desencadenado nos impedía mantener el equilibrio sobre el cresterío. Ello nos obligó a retirarnos con un rappel de 25 metros a la ladera N. hasta alcanzar el arbolado, por el que luego proseguimos.

El buen amigo Reñé, veterano en estas li­des, calificó a esta arista como de cuarto grado, ello espoleó más nuestro interés, por cuanto que en la región no abundan escala­das de tal categoría.

Un año más tarde hicimos un nuevo in­tento,. acompañados esta vez del amigo de Club, José Arrate, en sustitución de Jaime, ausente de nuestras tierras. Pero otra vez, después de 7 horas y media de incesante trabajo, cuando habíamos avanzado cinco metros más que la vez precedente, estalló una tormenta con gran aparato eléctrico que nos obligó a seguir la misma vía de re­tirada.

Dejamos pasar un año más ante la imposibilidad de reunirnos la cordada completa, con el temor ,¿por qué no confesarlo?, de que nos fuese arrebatada esta primera en la que dos veces habíamos fracasado.

Por fin el 21 de octubre del año en curso conseguimos lo que con tanta obstinación perseguimos, los tres componentes de la cordada precedente, rebajando el tiempo del recorrido a 5 horas y 25′. Tras la incertidumbre de días anteriores, temiendo por la seguridad del tiempo, factor básico para lanzarnos al ataque de nues­tro objetivo, partimos desde Amézqueta a Larraitz.

A medida que ascendemos, van tornándose más nítidas las tonalidades de este amanecer otoñal haciéndonos presagiar un día inseguro. En Larraitz ajustamos el contenido de nuestras mochilas en una sola y proseguimos ante la sorprendida mira­da de algunos madrugadores, a los que in­formamos de nuestros propósitos, siguiendo el camino habitual que conduce a Oria-Iturria.

En una curva del camino nos cruzamos con un pastor; al adivinar nuestros deseos, predice categóricamente lluvia para las tres de la tarde. Acogemos con escepticismo la declaración de este oráculo improvisado; sin embargo nos sirve de acicate para apremiar la marcha, que interrumpimos frecuen­temente para lanzar una breve mirada a la cresta en donde mora, según la leyenda, Mari, la Dama de Txindoki.

Nos desviamos de la senda que conduce a la cumbre por Oria-iturri, comenzando a subir por la pendiente de hierba que permi­te ganar altura rápidamente, llevándonos hasta la base de un promontorio que desta­ca independiente al pie de la arista propiamente dicha, de la que le separa un peque­ño collado que lo alcanzamos bordeándole a aquel por la izquierda. Viene después una empinada rampa rocosa que ascendemos hasta situarnos en la base de operaciones.

Nos encontramos donde se define el principio de la cresta. Allí nos encordamos e iniciamos la escalada. (9 h. 32′). El primer paso tiene dificultades. Se trata de un diedro con ancha fisura en su ángulo. Aleccionado por la experiencia anterior y al objeto de ganar el tiempo que entonces perdimos, colocamos dos cuñas de madera en la fisura y complementadas con dos cla­vijas, nos dan suficientes puntos de apoyo para atravesarlas con relativa facilidad y ra­pidez.

Nos reunimos a unos 12 metros so­bre el punto de partida (9 h. 46′). Continuamos 25 metros sobre cresta fá­cil, de roca y hierba alterna, de poca pen­diente. Seguidamente la arista se presenta verti­cal y aguda. Probamos una chimenea a su derecha, resultando extremadamente difícil y aérea. Una clavija que se nos cae, trae a nuestra memoria la fórmula mecánica según la cual la altura de caída….. ¿Pero será posi­ble que estemos a semejante altura?

Proba­mos por la izquierda sobre vegetación y pi­so inseguro. Pasa el primero (10 h. y 10′) y asegurados desde arriba ascienden por la chimenea los otros dos, reuniéndonos de nuevo (10 h. 18′).

Avanzamos por una arista afilada jaspeada de hierba, con precauciones pero sin di­ficultad, hasta llegar a una prominencia rocosa que a su flanco izquierdo ofrece una pendiente herbosa de máxima inclinación. Trepa el primero colocando dos clavijas en las rocas que afloran, alcanzando la parte superior, pasando los restantes a continuación (10· h. 50′). Aquí­ abandonamos una clavija por resistirse a salir.

Ahora nos encontramos ante una nueva arista vertical, con una cornisa muy área que conduce a una chimenea de unos 4 me­tros. Atravesamos con un clavo de primera y con dos la segunda, volviendo a reunir­nos arriba (11 h.).

Continúa la cresta con gran inclinación limitando una placa rocosa que se presenta tentadora. ¿Será escalable? Aparentemente es muy difícil, pero con la ayuda de 2 clavijas la pasamos fácil (11 h. 45′). Tan aérea e interesante es, que en el block de notas figura con el nombre de “placa bonita”. Quedese pues con ese nombre.

Ya estamos ante la pared que en dos ocasiones anteriores no pudimos vencer. Observamos que ha habido variación en la fisonomía de la cresta, aunque la pared-chimenea aparezca intacta. Luego nos lo confirman; esta primavera ha habido un gran des­prendimiento de piedras; a juzgar por la variación del colorido parece que han sido muchas toneladas. Es curioso destacar que el desprendimiento había tenido lugar justa­mente a partir de la fisura en que meses atrás colocamos la clavija del rappel de reti­rada, y que ahora, a falta del bloque que le aprisionaba, salta al primer golpe de martillo.

Nos detenemos un cuarto de hora para reponer fuerzas. Estamos optimistas; las ve­ces anteriores habíamos precisado triple cantidad de tiempo para alcanzar aquel lu­gar y por otra parte el tiempo se iba asegu­rando. No temíamos tentar las iras de la le­gendaria Dama del Txindoki, de quien osá­bamos invadir los dominios. En el momento de reanudar la actividad, el lejano rumor del tañido de las campanas de Amézqueta nos anuncia el Angelus del mediodía.

Se inicia el ataque de nuevo, por la lade­ra N. Hay una franja de hierba inclinada que conduce hasta un diedro. Antes de lle­gar a éste, el primero coloca tina clavija y aprovecha otra abandonada en la precipita­da retirada anterior. Se agrega el segundo a aquel La pared tiene pocas presas y menos hendiduras para clavar. Con la ayuda de un paso de hombros, coloca una nueva clavija que alivia la situación. Lentamente y con la máxima prudencia, va colocando otras cinco más, algunas inseguras. Este recorrido es corto, 5 o 6 metros, pero difícil.

El peor paso consiste en abandonar el diedro para salir por su lado izquierdo, por una aguda arista, a un breve pasillo de hier­ba de 25 cm. de ancho que prosigue hacia arriba en rampa, pero por la carencia de sitio para asegurarse no ofrece garantías. Por ello se toma la vía rocosa, clavando 2 veces más en la pared y desde las cuales, asiéndo­se con precauciones a la vegetación que la corona, se salva la dificultad (13 h. 33′).

Para atravesar los tres este trecho, pese a que la zona dificultosa no tiene más que unos 20 metros, hemos precisado más de 2 horas (14 h. 07′). Hemos abandonado una pitonisa.

En adelante la roca está descompuesta, más todavía que en lo recorrido hasta ahora. Vislumbramos que la cresta ya está vencida. Efectivamente, atravesamos un pasillo herboso, con más señales de desprendimientos y salimos a la insegura cresta. Avivamos la marcha ante unas nubes amenazadoras y avanzamos con rapidez sobre grades blo­ques calizos que describen un amplio arco. No ofrece ninguna dificultad la porción final y por fin coronamos la cota máxima (14 h. 45′) a 1.348 metros en que se encla­van el buzón y la pequeña cruz de hierro.

Nuestros agudos “irrintzis” hienden los aires en esta tarde de otoño. Es grande, enorme nuestra alegría. Jamás hasta hoy se nos presentó tan bello y radiante Txindoki de las innumerables veces que lo hemos hollado; debe ser que nunca llegamos a luchar tanto por él. Auguramos en nuestro cambio de impresiones, un gran porvenir escalatorio a esta cresta que acabamos de vencer por primera vez. Puede llegar a ser un magnífico campo de acción para los escaladores del País Vasco; en pocos sitios de nuestra tierra encontrarán más bella vía de escalada.

Su grado de dificultad está determinado por quien ha conseguido grandes éxitos en esta especialidad; nosotros nos limitamos a transcribir tal apreciación .

De regreso a Larraitz, acuciados por la tantas veces temida tormenta, con muy buen humor, ¡cómo no! contradecimos a los pastores que fueron testigos de nuestras andanzas, a quienes en euskera nos costó convencerles, (no creemos que lo conseguimos), de que se encontraba uno mejor en la cresta que en un buen bar de Tolosa, y que no buscábamos el peine de oro y las riquezas que atesora Mari, la Dama del Txindoki, cuyos dominios acababan de ser hollados por primera vez por la planta del hombre.

IRURAK-BAT DEL TOLOSA CLUB

Material empleado.

Una cuerda de 50 metros, 15 clavijas, 10 mosquetones, 3 martillos y anillos de rappel, estos últimos previendo una posible retirada.
La naturaleza de la caliza y la vegetación, aconsejan como calzado más propio la bota con suela de blama.

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