UN PASEO POR LA PARTE VIEJA.

Recorrido buscando sus edificios emblemáticos.

Por Jesus María Alquézar y con fotos de Carlos Bengoa.

En San Sebastián el “casco histórico” se conoce como Parte Vieja/Parte Zaharra y es el escenario más visitado tanto por los ciudadanos donostiarras como por los que llegan con ansia de conocer profundamente la urbe. El Barrio que se desarrolla al pie del monte Urgull y entre el puerto y el rio Urumea, es un lugar con encanto, con muchos alicientes y marcado por el incendio del año 1813 en la guerra de la independencia que arrasó la ciudad y la destruyó casi totalmente. Entre los atractivos figuran los arquitectónicos, el núcleo urbano principal y su lindante ensanche oriental, por donde comenzamos este paseo guía.

Nos concentramos en el extremo occidental del Puente de la Zurriola o del Kursaal, inaugurado en el año 1921, proyectado por el ingeniero Víctor Arana, con sus farolas de estilo futurista y expresionista, de Art decó, para iniciar un paseo que no tiene desperdicio y justifica ese aureola de ciudad preciosa. Aquí se comienza esta ruta urbana, que rodea la ciudad por el atractivo Paseo nuevo, y que llega hasta la parte vieja circunvalando el monte Urgull a pie de monte.

Pero su comienzo es el Paseo de Salamanca, fuera de la muralla, importante arteria del ensanche oriental. Hay que caminar al borde de la desembocadura del rio y del mar Cantábrico como telón de fondo, contemplando los edificios de viviendas, destacando los nºs 2 y 7. El primero, reconstruido a causa de un incendio aún mantiene su carácter neogótico en su fachada, (proyectado por José Vicente Mendía 1892), aunque la construcción del catalogado mirador es de Luis Elizalde (1914). Nos acercamos al 2º edificio citado, y si hay suerte observar su fastuoso pórtico octogonal de estilo neogótico sería un espectáculo impagable, tiene un significado remate almenado en el chaflán de la esquina (José Majó y Xibert 1895).

Penetramos en el interior de la antigua ciudad por un galante edificio, en la calle San Juan 27, (antigua casa de baños desde el año 1922 y actualmente sede de la Sdad Fotográfica de Gipuzkoa) , de arenisca, con mansarda y escudos de la ciudad en su fachada, para seguir por la gran plaza de Zuloaga ( Fray Martin de Santiago (1542) y allí se sitúa en un antiguo Monasterio de los Dominicos asentados en 1539, y hoy Museo emblema de la ciudad, San Telmo, un destacado conjunto con fachada plateresca, que merece visitarse con tiempo. Y cerrando este espacio duro, tenemos el catalogado y protegido edificio de los cines Príncipe, San Juan 8 bis y Aldamar, (Ramón Gortázar 1930) para intimar con él y la Iglesia de San Vicente.

San Sebastián es una ciudad de espacios abiertos y así los justifica esta gran plaza cerrada por la imponente iglesia fortaleza de San Vicente, el monumento más antiguo de la ciudad, con característica de un gótico decadente de los del Siglo XV y principios del XVI, (Miguel de Santa Celay y Juan de Urrutia 1507) y en su costado está la casa 31 de agosto 10, 12 y 14, tres edificios con muestra medieval que no se destruyeron entre las 36 de las 600 intramuros en el incendio de 1813. Y además en su chaflán de la plaza destaca un gran mural de Terracota de Eduardo Chillida hijo, conocido como “Beste aldean”.

No hay descanso en este paseo que estás leyendo. Hay que circunvalar la iglesia y acercarse hasta el singular edificio “Las escuelas Zuloaga” Aldamar 3-A (José de Goicoa 1901), de tendencia neoclásica con una imagen masiva y pesada. Y allí al lado en San Juan 6, otro conjunto arquitectónico destacado (José Gurruchaga 1910) un edificio de contrastes que impresiona en su visita con fachada monumental neoclásica (actual sede del Orfeón donostiarra) y separado de otro sobrio y gran edificio, San Juan 4, Iñigo 16, el antiguo mercado de la Pescadería que no hubiera debido desaparecer como tal (Juan Rafael Alday 1928)

Volvamos, pues, a la calle 31 de Agosto, histórica arteria, llena de vida y bullicio, con bares y restaurantes muy visitados y de renombre donde se inició la reconstrucción de la ciudad tras el incendio de 1813.

Para recorrerla en su totalidad, se une el templo de San Vicente con la Basílica Santa María del Coro, del siglo XVIII (Pedro Ignacio de Lizardi, Miguel de Salezan, Ignacio de Ibero y Domingo de Yarza 1743), un conjunto grandioso en renacimiento barroco con detalles del churriguerismo, con una reciente y polémica incorporación en la fachada exterior de la escultura moderna Armonía del sonido de Maximiliam Pelzmam que puede romper el equilibrio. Con un gran criterio urbanístico, se construyó el conjunto San Vicente, Santa María del Coro, Iglesia del Buen Pastor, pues desde su entrada principal de la iglesia del Coro, por la calle Mayor/Hernani en su extremo opuesto se emplaza la Catedral.

Pero antes, en el vagabundear por esta histórica vía de referencia en la ciudad que nadie deja de contemplar, nos encontramos con el corredor de “Valle Lersundi” donde se encuentra la sociedad Kanoietan con la escultura de Dora Salazar “homenaje a la mujer reconstruyendo la ciudad” y unos metros después a la dcha se encuentra uno con otro icono imprescindible, la plaza de la Trinidad, (Luis Peña Ganchegui 1963), construida coincidiendo con el centenario del derribo de las murallas. Una sólida construcción apoyada en los edificios contiguos, y punto esencial para diferentes eventos de todo tipo, deportivos y culturales. y porqué no visitar por calle San Jerónimo, la escondida Plaza de la Constitución (Pedro Manuel de Ugartemendia 1815, Silvestre Pérez 1819), en otro encuentro de tronío. Un conjunto histórico que no tiene desperdicio con imagen austera de estilo neoclásico relacionada con la homogeneidad de los edificios de la parte vieja.


El paseante, ahora, se dirigirá en tranquilo caminar hasta el Aquarium, la otra puerta del “Paseo Nuevo”, a través del muelle de pescadores donostiarra, por Fermín Calbetón y calle Puerto pasando bajo el arco de Portaletas, salida o entrada de las murallas, y visitando antes el convento de Santa Teresa, camino Andereño Elvira,3 (Santiago de Semosiain 1666) con iglesia, claustro y otras dependencias con muchas modificaciones, a lo que hay que añadir la dificultad de su ubicación.

El puerto donostiarra tiene mucho encanto, a pesar de no ser lo que era, cuando su esplendor nadie discutía. A pesar de ello es de visita obligada, para propios y extraños. Sus casas de pescadores, uniformes de poca altura, con sus comercios de “souvenirs” y sus diferentes y atractivos restaurantes especialidad “fruits de mer” en sus terrazas porticadas bajo el castillo asentado en la parte alta del monte Urgull son parte importante del paseo al borde del mar hasta el Aquarium, pasando antes por la escultura de Aita Mari, busto del ilustre marino y pescador “José Mª Zubia Cigarán, que tantos naúfragos salvó de morir ahogados y que luego sucumbió de esa manera en 1866.

Y cerca se encuentra el edificio Untzi museoa-Museo Naval, situado en una antigua casa torre del Consulado de San Sebastián, para llegar sobre las escaleras al Aquarium destacado y voluminoso edificio bien adaptado al lugar (Juan Carlos Guerra 1920) de formas poderosas, expresionistas, y que alberga la Sdad Oceanográfica de Gipuzkoa, y es el museo más visitado de la ciudad, batiendo records año tras año especialmente tras su ampliación y renovación.

Antes de regresar al centro, ascenderemos hasta la imprescindible terraza del museo marítimo para disfrutar del océano, la ciudad, la bahía de la concha con su fachada urbana, además de la “corona verde” las montañas costeras y del interior, un panorama incomparable.

Camino del Boulevard y antes de penetrar en esa afrancesada vía, tenemos varios edificios de referencia. El primero el que cierra la plaza de Lasala, el del nº 3 (José Manuel Aizpurua y Pablo Zabalo 1935) con nuevas tendencias dentro de un neogótico heterodoxo con una fachada de distintas referencias, y otras muchas viviendas con balcones de hierros forjados. Después en el triángulo Club Náutico y Ayuntamiento, está el Palacio Goikoa, Igentea 6, (Siglo XIX) que fue antes Gobierno Militar, con fachada de sillería de estilo neoclásico, una de las obras relevantes de Goicoa de mayor rigor clasicista o académico. Dirige su esquina hacia Igentea 9, hacia el edificio clave de arquitectura racionalista española de los años 30 (José Manuel Aizpuru y Joaquin Labayen 1929), bautizado como Club Náutico, una construcción de lo más radical, de la llamada nueva arquitectura, en esta ocasión naval.

Y adyacente está el actual Ayuntamiento de San Sebastián, el edificio más singular, antiguo Casino, Igentea 1 (Luis Aladrén y Adolfo Morales de los Rios 1882), con su fachada principal sobre los jardines de “Alderdi Eder”. Y ya terminando el itinerario, entramos en el Boulevard, el ensanche moderno de Cortázar.

Merece entrar en la calle Mayor, para observar la fachada del Antzoki Zaharra/Teatro Principal (Juan Rafael Alday 1931). Es un edificio público con dos pares de columnas Jónicas. Un Teatro de estilo ecléctico de inspiración clasicista. Y ya estaremos en los último compases de este sugerente e inolvidable paseo. Hay que atravesar toda la Alameda, conocido como punto neurálgico de la ciudad, espacio de encuentro, de paseo, de vida social, con la referencia del Kiosko modernista, de hierro, en un jardín de parterres, (Ricardo Magdalena, 1906) con su inconfundible reloj, cita de tantas cuadrillas donostiarras.

A continuación se trata de progresar mirando a izda y dcha, disfrutando de todo el conjunto, sin olvidarnos del inmortal reloj del “Boule” , de todos los edificios, admirando a la dcha Boulevard 23 (José Galo 1865) neoclásico Isabelino, y Legazpi 1 (José Eleuterio de Escoriaza 1866), que era la manzana nº2 del ensanche. Y a la izda, San Juan 2, el gran, histórico y destacado Mercado de la Brecha, (históricamente así llamado porque por ahí el 31 de agosto de 1813 los aliados anglo portugueses abrieron una brecha en la muralla y derrotaron a los franceses instalados en el interior a la vez que saquearon y destruyeron la entonces pequeña ciudad. Aquél clásico mercado que no debió perderse, hay que rodearlo para ver la transformación, y también para intimar con los “casheros/as” de la calle San Juan que diariamente venden tradicionalmente sus productos agrícolas.

No se debe dejar de fotografiar, enfrente, la inconfundible estrecha y larga plaza Sarriegi, muchas veces remozada, donde destaca el monumento al tamborrero que homenajea a Raimundo Sarriegi, autor entre otras muchas obras, de la gloriosa Marcha de San Sebastián compuesta en 1861, cuyas frases están inmortalizadas en la escultura.

Los últimos momentos culminantes del paseo alcanzan su zenit en un conjunto unitario de casas burguesas que bien merece que nos detengamos. Es la manzana de Reina Regente, 2, 3, 4, 5, 6 y 7, Aldamar 2, 4, 6 y General Echagüe 2 y 4, (José Mª Múgica 1880, Manuel Urcola y Domingo Eceiza 1887) unos edificios de tradición neoclásica, con detalles eclécticos y con esenciales miradores. Y aquí, en el puente se cierra el círculo, aunque ya planeamos otro interesante circuito, desde el puente de la Zurriola hacia el centro, admirando primero los otros dos cercanos edificios singulares y monumentales, el Teatro Victoria Eugenia y el Hotel María Cristina. Pero esa será otra historia.

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