San Sebastián es verde. Un privilegio de ciudad rodeada de espacios naturales en toda su circunferencia, la conocida ”corona verde” de Donostia. Sus grandes espacios abiertos, con un mundo urbano y rural sobresaliente, ofrecen numerosos itinerarios para practicar una actividad sabia: los paseos, una filosofía para el empleo del tiempo de ocio.
La mayoría de la población a diferentes niveles lo hace diariamente. Lo incluye en su planificación diaria, en el empleo del tiempo de su ocio, desde las primeras luces del día hasta cuando estas fallecen. Entre los diferentes itinerarios que el ciudadano baraja en la ciudad, existe un espacio natural preferente: el monte Urgull, una mancha verde, un pulmón.
En un principio era un islote que se unió a tierra por el tómbolo que dio inicio a la ciudad que fue amurallada y hoy la podemos recordar en la “Parte Vieja”. Es un pequeño monte, cubierto de arbolado que emerge del mar, y donde, a pesar del Paseo Nuevo, se reconocen acantilados verticales. Es un pequeño Parque Natural con una vegetación natural y exótica con numerosas especies de alto valor. Para mí se asemeja a la concha del caracol, y hasta se puede reconocer su cuerpo en uno de los extremos.
Y vista la montaña desde el aire, como desde un avión, se avistan sus numerosos caminos en espiral, que circunvalan la elevación y donde los donostiarras completan diferentes itinerarios antes de alcanzar su amplia cima. Y es que el monte Urgull, también conocido popularmente como “El Castillo” (El Castillo de la Mota) es un punto emblemático e icono de la población, y para muchos, en otros tiempos, era el lugar de juegos de su infancia.
El nombre Urgull es gascón que se traduce por orgullo y es que cuando se funda la ciudad en 1180, en el lugar existía un asentamiento mayoritario Gascón. Si para los donostiarras es una referencia, debe serlo también para los visitantes, viajeros de otras comunidades o países, que deben destinar, unas horas en su estancia en la ciudad para conocerlo. Y es que su interior, el monte guarda muchos testimonios de la historia de la ciudad, y que se ven en el precioso Museo situado en la Casa de la Historia, y que es de visita obligada (gratuito) para conocer el nacimiento y el desarrollo de la ciudad. Si no lo hacen no podrán decir que conocen la urbe.
¿Y por qué me atrevo a recomendar este espacio natural, que alberga los restos de una fortaleza con una serie de fortificaciones que comprenden baterías, baluartes, cañones, cárceles, polvorines, cementerio, pasos secretos, todo unido por escaleras, cuestas y alamedas? Pues porque sus recorridos descubren la ciudad como si estuviéramos volando, ya que desde diferentes puntos se nos ofrecen unas vistas inolvidables de la ciudad, de las cercanas montañas por una vertiente y por la otra del mar Cantábrico, el bravío océano Atlántico tantas veces fotografiado en sus embates contra las laderas de esta privilegiada atalaya.
Otro emblema en la figura de Urgull es la estatua del Sagrado corazón, instalada en el año 1950 en su cima, que destaca desde la lejanía y hasta donde llega, diariamente, numerosa población, propia y visitante. El lector tiene la posibilidad de establecer su ruta. Son tantas las combinaciones que no le aburrirá destinar más de una entrada en días diferentes si su estancia se alarga. Pero yo he escogido una que me encanta. Vamos pues a iniciar la marcha.
Se comienza en el Paseo Nuevo en la puerta junto a la escultura, “Construcción vacía” de Oteiza. La intención es llegar hasta el mirador del Sagrado Corazón pasando por la fuente de Bardocas, el cementerio de los ingleses, espacio atractivo inaugurado en 1924, la batería del mirador, la batería baja del gobernador, donde nos asomaremos y donde desde hace años lo preside una gran ikurriña.
Tras el paso de las cárceles, cambiaremos de vertiente y por estrechos caminos alcanzaremos la campa cimera con su terraza belvedere, desde donde el panorama es inolvidable y el visitante reconocerá toda la ciudad extramuros, y también la batería de Santiago, el polvorín, y las afamadas baterías de Santa Clara y de las Damas.
No me olvido de otros paseos, como el de “los curas”, otros miradores y Baluartes escondidos que el caminante deberá descubrir para completar el programa, un dilema para escoger uno u otro itinerario. El paseante, asombrado, se detendrá en menudo para fotografiar el entorno, y el paisaje que no defrauda ni al más exigente.
El lector “enredará” como si intentara perderse, que es imposible, pues todo está bien señalizado, para dar la vuelta a toda la montaña. Tiene el Parque rincones de Paz, donde los enamorados descansan en sus bancos, y ciudadanos leen libros o la prensa, reflexionando sobre la belleza que obliga a volver.
Y para finalizar llegaremos hasta el punto más alto, el de la cota cimera, la del Sagrado Corazón, para muchos, otro icono indispensable.
Y finalizo este recorrido recomendando otros diferentes por cualquiera de sus caras para volver a las estrechas calles de lo que fue la ciudad entre las murallas de este último bastión de la resistencia francesa durante el recordado asedio de 1813, que incendió la ciudad, y de cuyas cenizas renació una nueva, bien contemplada ahora desde el monte Urgull.
Firma : Jesus Mari Alquézar.
Os dejamos con galería de fotos, vídeos con paseos completos, la Iglesia del Sagrado Corazón… así como el enlace al programa de radio en el que hablamos de Urgull con Jesus Mari Alquézar.
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