PASAI DONIBANE EN «LO QUE TU TIERRA TE CUENTA».

De las bateleras de Victor Hugo a la marea rosa en el remo femenino.

  • Extracto del libro «Lo que tu tierra te cuenta» con referencias más abajo.

Por la parte trasera de la ermita hay un camino que lleva hasta la carretera del vecino pueblo de Lezo y a fin de realizar por San Juan el recorrido completo, cosa que pocos turistas hacen, bajo por ahí hasta la entrada de San Juan y ya en las primeras casas del pueblo me asomo a la barandilla del puerto con vistas a Lezo, que más tarde visitaré. Con el soplete unos operarios reparan un gran barco mientras grandes grúas descargan la chatarra de un carguero golpeando con violencia el suelo. Filas y filas de coches salen de otro buque para ordenarse a lo largo de un aparcamiento gigante. Es el día a día de este importante puerto.

El recorrido lo inicio en el barrio de Bizkaia, cuyo origen se remonta al año 912, cuando don Pedro de Bizkaia, uno de los capitanes de Sancho Abarca, llegó a esta población. Más adelante existieron astilleros para los barcos de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, fundada en 1728. En este barrio que da paso a las estrechas callejuelas tan visitadas por los turistas se encuentra la casa Platain, del siglo XVI, construida en sillería y entramado de ladrillo. A su lado sobresale una gran chimenea de ladrillos, pues aquí se encontraba una fábrica de porcelanas que puso en marcha Etienne Baignol, de Limoges, a mediados del siglo XIX. Un poco más adelante veo el Palacio Arizabalo, del siglo XVII, de estilo barroco, actual casa consistorial. El apellido Arizabalo está vinculado a Pasaia casi desde su origen, y ya en 1625 lo cita el cronista Lope de Isasti como Arrizabala, expresión vasca que hacía referencia a las enormes losas que flanquean la entrada exterior del puerto. En esta casa se instaló en 1857 parte de la fábrica de porcelana.

Sigo el paseo, y a la derecha aparecen imponentes las enormes murallas de la iglesia de San Juan Bautista, y en su portada veremos al santo lucir un pañuelito rosa, dejando claro que pertenece a la trainera del pueblo: la Erreka. Esta iglesia esconde un tesoro que todavía tengo pendiente de ver, en cuanto se me anime el párroco a abrir la puerta, pero a esta hora de la mañana ni lo intento, pues estará «cantando los maitines». Es de gran belleza el retablo del altar mayor, obra del guipuzcoano Sebastián de Lekuona, natural de Oiartzun. En el centro, una bella imagen de San Juan Bautista realizada por el donostiarra Felipe Arizmendi, al igual que las tallas de San Pedro y San Pablo. El altar está dorado, y posiblemente sea eso lo que quieren que vea. Siempre viene bien dejarse algo en el tintero para volver otro día.

Ya entre calles estrechas, me paro ante la casa Miranda, del siglo XVII y de estilo renacentista, donde pueden verse varios escudos. Uno se sabe que corresponde a los San Millán de Zizurkil, y el otro, ya muy deteriorado, se cree que pertenece a los Villaviciosa. Siempre me pareció delicioso callejear por San Juan a través de su única calle, de suelo empedrado, adoquines y paredes que parecen atraparte en el pasado. Enseguida, a la izquierda, la casa de Victor Hugo, que ahora está cerrada y que visitaré mañana. Después me dirijo al embarcadero, donde veo el humilladero de la Piedad. Lo rodea una sencilla verja de hierro, y luce en su interior un altar con la imagen de Nuestra Señora de la Piedad junto a una placa donde se conmemora la batalla de Roncesvalles, en la que los vascones derrotaron a las tropas de Carlomagno.

Junto al embarcadero, la escultura de La Batelera, que en su tiempo cumplía las labores de pasar de una orilla a otra. Vuelvo aquí a citar a Victor Hugo, quien en su obra En voyage. Alpes et Pyrénée dice de su batelera favorita lo siguiente:

  • Bella, joven, fuerte…, mientras habíamos dejado la orilla y navegábamos en la bahía, todo era verde, la ola, la colina, la tierra y el agua. Nuestra barquita fue manejada por dos mujeres, una vieja y una joven, una madre y una chica. La hija, muy hermosa y muy alegre, tenía por nombre Manuela, y por apodo, Catalana. Ambas barqueras remaban de pie, de atrás adelante, cada una con un solo remo, con un movimiento lento, simple y gracioso…, con su pequeño sombrero de hule adornado con una rosa gruesa, su coleta larga, trenzada y flotante sobre la espalda de moda en el país, su pañuelo amarillo vivo, sus enaguas cortas, su falda bien hecha, mostraba los dientes más bellos del mundo, se reía mucho y era encantadora.

EN ESTE CAPÍTULO ENCONTRARÁS:

  • El paseo de la Bonantza al completo, posiblemente el mejor paseo marítimo de nuestra costa.
  • Historias.
  • Las bateleras.
  • El remo.
  • La casa de Victor Hugo.
  • Carnavales.

Estas mismas anécdotas y otras muchas, te las describo en mi libro LO QUE TU TIERRA TE CUENTA. Un viaje por Gipuzkoa.

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