SAN SEBASTIÁN EN «LO QUE TU TIERRA TE CUENTA» (1).
El paso por Donosti no deja indiferente a nadie. El paseo marítimo urbano más bonito del mundo.
- Extracto del libro «Lo que tu tierra te cuenta» con referencias más abajo.
… Son las 08:45, y el recorrido lo inicio en el mismo muro de Sagüés, junto a las laderas de Ulia, que me dan simbólicamente el relevo de la caminata de ayer. La Paloma de la Paz es el primer icono que veo, una vigorosa paloma blanca con las alas desplegadas, obra de Néstor Basterretxea. Parece querer echar a volar, y no es para menos, pues en su corta vida ya ha cambiado tres veces de sitio. Empezó en el Kursaal, luego se trasladó a la rotonda de acceso al estadio de Anoeta, y desde el 2015 luce en Sagüés, desafiando de nuevo a las olas.
Bajo el muro de Sagüés está la propia playa de Zurriola o de Gros, y un poco más adelante tengo a la vista los cubos de Moneo que dan forma al Palacio de Congresos del Kursaal, con actividad durante todo el año, al ser la ciudad destino de muchos eventos y congresos. Destacan entre ellos el Festival de Cine, la Quincena Musical, la Feria de Turismo, el Salón del Cómic y, cómo no, el mejor Congreso de Gastronomía del mundo. Por la noche, los cubos se iluminan de colores y formas en función de la fiesta, del evento o el congreso que se celebre.
Salimos del barrio de Gros a través del puente de la Zurriola, con sus características farolas blancas y verdes rematadas por una cúpula de cristal. Estamos sobre la desembocadura del río Urumea, un río modesto que nace en el puerto de Ezkurra, en Navarra, y que tras bajar por Goizueta, Ereñozu, Hernani y Astigarraga entra en San Sebastián por Martutene y Loiola, dividiendo la ciudad en dos: el barrio de Gros y el centro. A nuestra izquierda veremos los emblemáticos edificios del hotel María Cristina y el Teatro Victoria Eugenia; enfrente, el Boulevard, con su llamativo quiosco que conecta con el ayuntamiento y el puerto pesquero. Pero yo me voy por la derecha, siguiendo el río a través del paseo de Salamanca.
Llego al Paseo Nuevo, y a la altura del singular edificio de la Sociedad Fotográfica me desvío hacia la plaza Zuloaga para ver la fachada del museo San Telmo, en cuyo interior, además de interesantes exposiciones históricas de la ciudad, destaca su iglesia de San Telmo, con los grandes murales de Josep María Sert. De nuevo en el paseo marítimo, ya con muchos caminantes y, sobre todo, ciclistas y runners, llego hasta la Construcción Vacía, de Jorge Oteiza, escultor y poeta nacido en Orio en 1908, Premio Princesa de Asturias de las Artes, entre otros galardones. Sobre un pequeño estrado de hormigón y de madera, grandes planchas de acero delimitan un espacio aéreo que cambia de forma según nuestra posición, uno de los puntos más fotografiados de la ciudad, sobre todo cuando saltan las olas.
Con la bahía de La Concha a la vista por primera vez, bajo las escaleras del Aquarium hacia el puerto. Este edificio parecido a una fortaleza es una de las joyas de la ciudad. Fundado en 1928 en la visita de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, conserva todavía ese ambiente marinero, además de cientos de especies de peces de todos los mares. Su gran impulsor fue Vicente Zaragüeta, cuya escultura veo en la terraza superior y refleja a la perfección una de sus posturas habituales. Un hombre carismático y muy amable que disfrutaba bromeando con los niños de las ikastolas que venían de visita guiada. Más de uno se habrá llevado un susto a la hora de ver los tiburones, cuando Vicente les pellizcaba por la espalda.
A la vista queda el pequeño pero coqueto puerto, con todo el encanto marinero representado en sus casas del muelle o en sus bares y restaurantes, donde se puede degustar buen pescado y marisco. Es temprano para que el puerto cobre vida, pero en unas horas será otra historia: con los establecimientos repletos, veleros, barquitos y motoras entrando y saliendo de su estrecha bocana, la motora blanca y azul de la isla haciendo el servicio, el catamarán Ciudad San Sebastián dando vueltas por la bahía, y decenas de niños y niñas saltando al agua en forma de mil piruetas, aunque en los últimos tiempos es algo que no se permite.
Nada más bajar las escaleras del Aquarium veo la rampa, escenario importante de las regatas de traineras, pues desde aquí salen a remar las tripulaciones en medio de un colorido mar de banderas y camisetas de las aficiones. Amarillo para Orio, verde para Hondarribia, rosa para San Juan, morado para San Pedro, azul para Bermeo, blanco para los donostiarras… Distingo con su caballete al pintor Javier Espigares, un granadino afincado en el barrio de Loiola, apasionado por los colores que ofrece la ciudad y la provincia en todas sus estaciones. Sus cuadros de paisajes y escenas cotidianas son siempre un gran estallido de color. Me dice que desde la rampa obtiene su imagen favorita de la ciudad, algo que yo no sabría decidir.
A los pocos metros se encuentra el Museo Marítimo Vasco (Euskal itsas museoa), edificio donde se dirigían las actividades del puerto. Actualmente con exposiciones y conferencias muy interesantes. Su director, Xabier Alberdi, me esperará en unos días en Getaria para hablar de Elcano. Un poco más adelante admiro la escultura de Mari, en recuerdo al pescador que salvara a tantos náufragos y que perdiera la vida en 1866, cuando en plena bahía rescataba marineros de un fuerte temporal.
Para ser tan temprano, veo niños saltando al agua en busca de las monedas que tira un madrugador grupo de turistas, tradición antigua que se mantiene invariable pese a la actual prohibición de las autoridades. A cambio de unas monedas —en nuestro tiempo, «perritas»—, saltan al agua haciendo piruetas y luego las recogen, o no, antes de que lleguen al fondo. En el colegio mayor Olarain, del barrio del Antiguo, una acogedora residencia de estudiantes de todo el mundo, hay unas deliciosas esculturas de Alberto Saavedra que reflejan perfectamente estas escenas tan donostiarras. «Unas moneditas, caballero, que una al año no hace daño», grita un pequeño, que ya flota en el agua con sus gafas de buceo. Le digo que no llevo suelto, y la respuesta es inmediata: «Admitimos tarjetas VISA». Varios paseantes que se encuentran cerca escuchan la escena y, de la risa, les lanzan unos euros que no tardan en sacar.
Junto a la iglesia dedicada a San Pedro Apóstol, muy coqueta en su interior, está la taquilla y el embarcadero de las motoras de la isla con sus inconfundibles colores blanco y azul. Han cambiado su ubicación habitual por culpa de unas obras.
Son las diez de la mañana y está a punto de salir la primera del día con los habituales de la isla, que en cada verano pasan la jornada entera. Conozco a todos, pues yo también soy socio de Los Amigos de la Isla, así que aprovecho para pasar un par de horas y regalarme otro de los placeres de Donosti. Desde las 10:00 de la mañana y cada treinta minutos parten las motoras, que terminan su servicio a las 20:15 horas, cuando regresa la última. Otra motora más grande completa un paseo turístico de unos cuarenta y cinco minutos por toda la bahía. Ahora tienen a prueba una motora eléctrica, ecológica, que funciona al 100 % con energía solar. Son los nuevos tiempos.
EN ESTE CAPÍTULO ENCONTRARÁS:
- De Sagüés al Peine del Viento e Igeldo.
- Historia de San Sebastián y las tamborradas.
- Comercios míticos de la ciudad con la historiadora Lola Horcajo.
- El 31 de agosto.
- Historias de la radio
- Un temporal de olas en directo.
- La gastronomía local en el asador Aratz con los hermanos Zabaleta.
- Una escapada a Urnieta para hablar de la txalaparta y de la sidra.
Estas mismas anécdotas y otras muchas, te las describo en mi libro LO QUE TU TIERRA TE CUENTA. Un viaje por Gipuzkoa.
- A la venta aquí: LO QUE TU TIERRA TE CUENTA.
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- Donosti City con Carlos Bengoa, ha publicado gracias a una campaña crowdfunding de Libros.com » Lo que tu tierra te cuenta «. Información del libro: LO QUE TU TIERRA TE CUENTA. También «20 rutas fascinantes por el País Vasco»
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